Más evidente que nunca. Contorsiones de la voz y antojos vocales.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Así es



Hoy dormí hasta tarde, me desperté con el televisor, como todas las mañanas. Bajé el volumen, seguí durmiendo. La casa está oscura; no sé si hace frío o calor afuera. Es verano, debe hacer calor. Pero no lo sé hasta que salgo.

Manejo mi auto por Santiago esta tarde, la gente está alterada, hay tacos, es el penúltimo día del año. Es una tremenda estupidez. Debo llegar a casa, está todo desordenado, pienso: no te has hecho cargo de nada.

Voy al lanzamiento del libro del taller de Diego, están Héctor y los chicos. Lee Pablo de su hijo down. En penumbras, recuerdo todas las veces que hemos estado ahí, en otras lecturas, en otros encuentros. Han pasado muchos años entre medio... ¿hasta cuándo seguiremos ahí? Nos tomamos fotos, como siempre. Miro los retratos de escritores colgados en la pared. En algún momento seremos esos retratos. Pienso: en algún momento, y ya. Estaremos en hileras y colgados.

Miro el trabajo de Diego y su taller, es el taller que más resistencia ha formado, él que más ha permanecido. Recuerdo cuando los visité a fines de Septiembre en su Carnicería Punk. Con Diego dispusimos hacerlo antes de nuestro viaje a México. Fui vestida de color azul. Leí mis textos. Conté algunos secretos, me encanta hacer eso. Secretos míos, claro. Pienso: me fascina hablar de mis textos. Es como si evidenciara eso que no se puede hablar, lo que no se puede decir. De hecho cuando se dice ya no es más como en el momento en que ocurrió. Vimos los videos que guardo de mis performances. Fue todo tan bello. Ese día tenía puesto un anillo que no volví a usar jamás. Ese día estaba en el limbo de la tristeza, pero sonreía, pero me creía feliz. Pienso: me sentía con esperanzas. Corrijo: estaba empecinada en la esperanza. También estaba profundamente emocionada. La carnicería, con sus azulejos repletos de collages y dibujos, los frascos de Diego - vestigios de Autores de Noche - la mesa sobre la que trabajan en sus escritos, esa cordialidad, ese cariño, la perseverancia. Aplaudo a Diego. Aplaudo a Moda y Pueblo.

¿Podremos vivir de esto? ¿Por qué sigo/ seguimos escribiendo? La literatura nos ha costado la vida, me dijo Alma Karla una noche de fiesta en la casa de Héctor en el DF. La literatura ha espantado a los débiles, pienso, que han ido cayendo como muertos, que han ido desapareciendo en el camino. Esa noche enumeramos todos los desastres: los de ella y los míos. Concluimos que no se puede hacer nada más, no se puede vivir sin escribir, no se puede seguir viviendo si se acaba. Es el motor que lo transforma todo. Es la vida misma. Qué horrible como lo explico. Intento buscar las palabras, pero no están. Pienso: aquí queda la evidencia de ello. De eso que no se puede decir.

Es tarde, noche de insomnio. Escucho música, leo correos. Leo y leo, como si buscara algo. Pienso: no busques, está ahí. Me atoré fumando tabaco y me quemé un dedo o quizás fue la boca. Los pájaros pían, me da un poco de susto que lo hagan por la madrugada. Es hora de dormir.

2 comentarios:

  1. Yo no tuve ni un café, pero igual y te leo, que está muy bueno. Abrazos.

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  2. Claudia!! yo también los extraño... un beso querida amiga!

    Maori, no hubo cafés, pero sí hay blogs!
    :)

    Abrazos a los dos, no se pierdan los próximos capítulos...

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