Más evidente que nunca. Contorsiones de la voz y antojos vocales.

martes, 4 de enero de 2011

Semilluvia



Ayer llegué a casa y había un rumor de lluvia. No prendí ni un artefacto electrónico y en cambio saqué mi diario de vida y comencé a escribir. Escribí y escribí. Partí con una reflexión sobre la amistad. Afuera el cielo estaba azul. Luego pasamos al amor, corría un viento fuertísimo. Escribí sobre alguien del que no diré su nombre. Las palabras lo embellecían todo. Las palabras hablaban de agua: en caída, detenida, congelada, en transparencia u oscuridad. Escribí y la letra salía clara, acuosa. Utilicé palabras como: cascada y cloaca.
Hoy por la mañana hablo con Héctor en nuestra sagrada conversación matutina por el chat. Le digo: ayer llegué a mi casa y escribí en mi diario y me di cuenta de una cosa: me enamoro de los hombres cuando escribo sobre ellos. Es decir, le explico: amor = ficción/ amor = discurso amoroso. Me encantaste, me dice él.
Ayer, además de escribir, releí lo último que había escrito en mi diario, supongo un ejercicio común en los que escribimos "para la constancia, para la permanencia" y decía algo como esto: aún estoy sola, en el mismo estúpido punto en el que una escritora cree que necesita a alguien para ser feliz, si todo lo que representa la felicidad está en la escritura. Por dios. Por dios. Y ni siquiera sé por qué nombro a dios, quizás es porque es un rumor latente, extraño. Igual al amor.

2 comentarios:

  1. Un rumor latente, siempre. Un rumor rico y necesario (a veces así a veces no).

    Sigo diciendo: Qué rico que escribas en tu diario.

    Saludos, Paula.

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  2. Sí, el diario de vida, lo mejor que puede hacer anyone.

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