Más evidente que nunca. Contorsiones de la voz y antojos vocales.

lunes, 29 de marzo de 2010

Caen



Se transfigura la belleza. Caen cascadas. De agua y de brotes, centelleos estelares. Caen cascadas. Rojo en carnes santas. Acero, fiebre, escombros. Caen.

domingo, 21 de marzo de 2010

Verano



En los meses pasados, cuando todo caía, solían pasar cosas. La comunicación era un hecho distinto, el sol opacaba los espacios, hacía ver de otra manera los contornos, las luces de la noche incluso. Dormía con la ventana abierta, recordaba el frío por referencias desde el otro hemisferio, suplía las carencias con el aturdimiento de los días de calor.

El tiempo es un enigma en cuanto a sus decibeles y maneras de manifestarse, pero se dice que hoy llega el otoño. Ayer estuve en San Antonio, como lo hacía en el verano, y caminé por el puerto estremecida con las trizaduras que dejó el terremoto en el paseo que da hacia el mar. Quizás los peces se murieron, ya que todo hedía violentamente. Casi no había gente, los artesanos habían cerrado los puestos de la feria. Sin embargo por allí paseábamos con mi hermano y mis primos, mi pequeña prima Amanda me tomaba de la mano y conversábamos entre el viento y las personas que pasaban hablando de tsunamis y maremotos.

Más tarde, hice lo que había que hacer: después de una siesta hasta casi las ocho de la noche en la casa de la parcela de mi padre, caminé antes de que anocheciera hacia la piscina. Hacía mucho frío. Dudé por un minuto de acercarme, pero lo hice. Estaba todo gris y había bruma en el horizonte. Se me heló el corazón. El verano terminó entonces, pensé, dejando con su recuerdo todo lo que allí pasó. Es increíble como los lugares se pueblan con la memoria, como van quedando por ahí palabras, historias, secretos, murmullos, risas, nostalgia.

Mi hermana se casó en la clásica ceremonia civil el día viernes. Estaba muy feliz por ella, se veía tan hermosa con un vestido rojo y un chaleco con motitas brillantes que mi madre le tejió para ese día. Mi prima Catalina, que es como nuestra hermana menor, lloró en el acto y el llanto se reactivaba cada vez que alguien le hacía cariño. Ella me dijo: se acabó mi niñez. Yo pensé: soy la única hija que queda, pues una ya partió a formar familia. Recordé entonces algo que escribí cuando viajé de vuelta de La Serena a Santiago en febrero, cuando mi hermana me pidió que le escribiera un texto para las invitaciones de su matrimonio: ¿qué sé yo del amor? Han pasado tantos años, pero, de verdad ¿qué sé yo del amor?

Cuando llegué a mi casa anoche, había hojas de árbol en el pasillo frente a mi puerta ¿habrá corrido viento también acá? ¿Habrá movido esas hojas desde la calle hasta mi casa? Me pregunté, en el más absoluto silencio.

jueves, 18 de marzo de 2010

Tacto




A través de toneladas de mar, a pesar de estar bajo el mar, de ir volando entre los bichos, esquivando las canciones de las sirenas, no se puede tocar. Aunque coloque el mejor ángulo, elija el mejor papel, tonalidades, escarcha, tormentos en signos, nada. Pareciera que sí, pero no se puede, ni un poco.