Más evidente que nunca. Contorsiones de la voz y antojos vocales.

domingo, 22 de agosto de 2010

Borrar/ botar




Participo del crepúsculo desde mi auto. Es viernes. Es más tarde que de costumbre y aún no ha oscurecido. Recuerdo los atardeceres desde mi pieza en la vieja casa en La Florida, me parece palpar la austeridad de mi dormitorio, el escritorio limpio frente a la ventana, el alumbrado eléctrico bajo, típico de las villas emplazadas en los años setenta, lejos del centro de la ciudad. Mi escritorio, los cuadernos escritos con lápiz grafito, la letra redonda y limpia. Mi escritorio, un libro de Huidobro, mis supuestas novelas en cuadernos distintos. Mi escritorio, las lecturas de mis textos, la goma de borrar. Corregía todo el tiempo. Corregía en el papel. Años más tarde todo eso desapareció en la basura cuando m leyó mi diario de vida y se vio y me vio y nos vio en la página manuscrita que funcionó como espejo. Una noche de verano terminaron en la basura papeles, diarios, cuadernos, libros de poemas. Todo lo que había escrito en mi vida desapareció. Desde esa vez acostumbro a botar. A borrar. A corregir. A quemar.

El clima cambia lentamente, pasan los días, pasa todo encima mío. Miro por la ventana, hay sol, hay edificios, más atrás está la Cordillera de los Andes. Participo del crepúsculo cada vez que puedo. Esta semana he botado cosas. He guardado, he borrado, he dejado para más tarde. Después de mucho tiempo me siento libre, aunque no sé si me guste esta libertad. Repaso situaciones, conversaciones, episodios: me parece estar viendo una película que no tiene fin. Me parece que esa película me gustó tanto en un tiempo y ahora me resulta ajena. Me confunde. Como si hubiera perdido el hilo o como si no tuvieran relación los hechos que se suceden una y otra vez.

Limpio borro boto, paso de largo sin detenerme. Debe ser la sepia que he vuelto a tomar por las noches, esa tinta de pulpo que me despeja la vista, que me hace ver con determinación. Debe ser la sepia, que aclara lo brumoso y desarticula los obstáculos, que nunca existieron, lo que pasaba era que no veía en lo absoluto.

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